Foto: Roberto Galán vía Getty Images/Canva |
De los municipios más grandes de Tamaulipas, Victoria es la ciudad con menor capacidad para atraer y retener inversiones empresariales que generen empleo para las personas e ingresos para las familias.
Alguna vez, el influyente Centro de Investigación y Docencia Económica ubicó a la capital tamaulipeca, en el último sitio en el país en materia de competitividad urbana.
Obvio; cuando no existen las suficientes condiciones sociales, institucionales, tecnológicas y ambientales para que haya actividades realmente productivas, tampoco puede haber más empresas exitosas. Sin empresas no hay empleos, sin empleos no hay ingresos y sin ingresos las familias no gastan. Así el círculo vicioso.
Pero en Victoria esta lógica económica no aplica. El dinero público, la corrupción y el influyentismo han sido por años los pilares de su dinamismo. Bueno, hasta hace años que cambiaron los que reparten el otrora jugoso pastel.
La capital del Estado tiene una limitada infraestructura estratégica, deficiente oferta de servicios públicos, un complejo entorno para el desarrollo de su sector empresarial y una excesiva dependencia del dinero público para que su economía se mueva.
A ello hay que agregar que durante años, una reducida élite empresarial local y regional vinculada al gobierno estatal extrajo el jugoso presupuesto público sin invertir y dinamizar la economía regional.
La conjunción de éstos factores ha impedido al municipio sentar las bases para un crecimiento económico sostenido y menos vulnerable, lo que inhibe a la vez, su capacidad para elevar los niveles de bienestar de la población que ahí habita.
ESTANCAMIENTO ECONÓMICO
En los últimos años no se han generado suficientes empleos, situación que se torna tanto más grave si consideramos que más de la mitad de la Población Económicamente Activa está en la informalidad; los índices de ventas al por menor llevan meses estancados; la infraestructura urbana que ya lucía deteriorada ahora se ve peor tras las lluvias de las últimas semanas; y los grandes proyectos de obra pública de los Gobiernos estatal y municipal no terminan de despegar, frenando el gasto público del que viven una buena parte de las más de 3 mil 900 empresas que operan en la ciudad.
En 2021, Victoria aún se recupera del ‘shock’ que causó la burbuja inmobiliaria de 2009, cuando la economía de la ciudad tuvo un auge artificial provocado por liquidez proveniente del endeudamiento público que sólo se aplicó para hacer oficinas públicas y que generó la ilusión de abundancia, motivando a muchas personas a endeudarse para comprar terrenos, casas, construir locales etc., para subirse a un tren que no era real.
La deuda pública se ocupó para albergar más burocracia y no para obras que produjeran derrama económica e ingresos para los hogares, lo que al final sólo quedó en un mero espejismo que dejó endeudados a las instituciones y a las familias que a más de 10 años siguen pagando la cruda de aquella borrachera financiera.
GESTIÓN MUNICIPAL
En materia de gestión municipal; desde hace 10 años Victoria forma parte del selecto y nada prestigiado grupo de municipios que dejaron de ser calificados por empresas financieras globales por lo que no conocemos sus niveles reales y sin maquillar de apalancamiento, gasto operacional, ingresos propios, inversión municipal y demás indicadores financieros que sí hay en los municipios más grandes y que nos dan la pauta para medir el desempeño de la autoridad en turno.
La capital no tiene una posición geográfica privilegiada como Tampico, Nuevo Laredo, Reynosa o Matamoros.
Los hogares victorenses con mayores ingresos no gastan en la ciudad porque el comercio local carece de una oferta competitiva de bienes y servicios, la nueva clase política gasta en Monterrey o en el Valle de Texas y la apertura de empresas enfrenta un reto monumental en términos de certeza jurídica y de seguridad.
Además de que sus clientes potenciales que son los diferentes niveles de Gobierno, no solo tienen un menor margen para ampliar su base de proveedores sino que no quieren nada con los empresarios locales.
Incluso, las proveedurías de campañas políticas son foráneas.
Lo anterior ilustra la urgencia para instrumentar políticas públicas que hagan a la ciudad menos dependiente del recurso gubernamental.
AUTONOMÍA O DEPENDENCIA
En unos meses podremos medir a Lalo Gattás si el empleo formal en Victoria rebasa los 60 mil puestos de trabajo, si el número de empresas llega a las 4 mil, o simplemente si las calles de las principales avenidas recuperan su funcionalidad permitiendo a empleados, comerciantes, funcionarios y a la sociedad ser más productivos en sus actividades diarias.
Es posible que veamos en lo local una réplica local de la tradición de repartir culpas, mirando siempre al pasado en donde en efecto está la respuesta a muchos de los males actuales.
La capital ha sido históricamente como una jefatura de departamento del gobierno del estado. El alcalde en turno suele ser un ‘pelele’ del gobernador en turno.
La insultante tolerancia a las payasadas de Xico y la históricamente indignante imposición de Pilar reflejan que esta situación no es un tema de partidos. Para eso ha existido, para ser una ninguneada oficina del poder ejecutivo estatal.
Y aunque nadie quiere ver confrontaciones que no benefician a nadie, de inmediato sabremos cómo será la relación Gattás – Cabeza de Vaca, lo que sin embargo es intrascendente. El problema es más grave y es estructural.
Victoria nunca ha producido dinero, no sabe hacerlo pues solo lo ha repartido y los beneficiarios no lo han gastado en la ciudad.
La tesis de la élite económica y política local es que es tanto el rencor que se les tiene como consecuencia de haberse enriquecido durante años de Gobiernos priistas, que el plan estatal para la capital siempre fue estrangular la economía victorense hasta acabar con la mayor parte de la estructura empresarial de élite que durante años se llevó la mayor parte del presupuesto estatal en los sectores comercial, mediático, de servicios y especialmente de construcción y obra pública.
Tres meses es un buen periodo para evaluar si se sientan las bases para impulsar un nuevo modelo que permita salir del largo letargo económico, cultural y político en que está envuelta la ciudad amable que alguna vez fue Victoria.
O simplemente veremos acelerar la ruina y el deterioro de la capital de Tamaulipas.