Los factores productivos como tierra trabajo y capital ya no
influyen como antes en el progreso de una sociedad.
En la nueva economía, la generación, transmisión y
aplicación del conocimiento es lo que esté determinando los niveles de
productividad y por lo tanto de ingreso para los trabajadores en medio de un
contexto global caracterizado por una fuerza laboral en su mayoría sin
habilidades, ni herramientas y mucho menos la mentalidad digital para competir.
La celebración del Día del trabajo se da a poco menos de un
mes de que se cumplan 5 años que la Asamblea General de las Naciones Unidas
declaró en 2011, el acceso a Internet como un derecho humano al calificarlo de
ser una herramienta que favorece el crecimiento y el progreso de la sociedad en
su conjunto.
Las notas periodísticas sobre la festividad laboral sin
embargo, parecen las mismas que hace 20, 30 o 50 años y giran alrededor de la
histórica deuda para con los derechos fundamentales de los trabajadores que
siguen aún pendientes y constituyen
todavía motivo de movilizaciones en todo el mundo.
CIUDADES DEL CONOCIMIENTO – CIUDADES CONECTADAS
En México, los diferentes elementos que abonan a la construcción de una sociedad
del conocimiento con una mano de obra calificada para participar de la nueva
economía siguen dispersos.
Lo anterior obliga a los actores económicos regionales a
crear las condiciones que propicien un entorno de innovación que facilite transmisión de conocimiento entre centros de
investigación, empresas, individuos y la sociedad en general, para competir en
un mundo cada vez más exigente.
En la mayoría de los municipios del país se aplican modelos
de desarrollo económicos excluyentes, no consecuentes con las problemáticas
sociales en el entorno digital en el que esta inmersos los individuos, basados
en mano de obra no calificada y en capitales volátiles, sin procesos
sofisticados de desarrollo, con evidente obsolescencia en el aparato productivo
y una baja generación de valor agregado.
No obstante en los últimos años, algunas de las principales
ciudades de México han impulsado Agendas de transformación económica con el
modelo de Ciudades del Conocimiento otras han promovido la modalidad de
Ciudades Conectadas. Sin embargo son las menos.
La concepción de estas iniciativas tiene como finalidad
lograr la incorporación, gradual pero plena de sus economías a la sociedad del
conocimiento, estructurando plataformas de ciencia y tecnología, para formar
recursos humanos e intelectuales de alto nivel, acorde a estándares de calidad
nacionales e internacionales.
El sector gubernamental ha hecho lo propio al impulsar una
agenda digital integral que implicó reformas estructurales en el sector de las
telecomunicaciones para facilitar el acceso a Tecnologías de Información y
Comunicación así como para ampliar la infraestructura que permita el acceso de
la población a internet en sitios públicos.
Pero hasta hoy no es suficiente y el mundo nos está dejando
atrás.
Transitar de un modelo de desarrollo económico municipal
anacrónico hacia ciudades del conocimiento donde la transferencia de
conocimiento y tecnología, así como la ciencia aplicada, el desarrollo
tecnológico y la innovación constituyan los ejes centrales de su operación
requiere algo más que mera conectividad.
Autores acreditados y estudios recientes coinciden en que
lograr la competitividad y la productividad que requieren los trabajadores para
elevar sus niveles de bienestar, implica economías regionales modernas,
innovadoras, incluyentes y dinámicas; con una parte significativa de su
estructura pública, social y productiva especializada en la generación,
transmisión, difusión y uso del conocimiento; que atraiga y retenga capital
humano especializado y permita la consolidación de cadenas productivas de alto
valor agregado que impacten en la competitividad de las regiones.
La evidencia empírica, sugiere que la integración de
Sistemas Regionales de Innovación implica tomar en cuenta en la identificación de las condiciones de innovación
reconociendo los puntos fuertes y las oportunidades regionales; la capacidad de
innovación de las empresas, la calidad de la gestión pública, la cultura
empresarial, la prestación de servicios altamente especializados, la capacidad
local en materia de investigación y desarrollo, así como la disponibilidad de
una infraestructura que dé soporte a la innovación y la transferencia de la
tecnología así como los instrumentos financieros, para articular tales
iniciativas.
Sólo así, la estructura laboral se transformará y aportará
al crecimiento económico anhelado.
Sin el concurso de todos los actores públicos en la
construcción de una visión colectiva moderna, la mayoría de la clase
trabajadora seguirá excluida en la economía del conocimiento sin oportunidad de
progreso, condenada a salarios de hambre y limitada en sus expectativas.